Semana Santa
El Cristo de la Providencia: música, luz y presencia de la fiesta que está a punto de nacer en Córdoba
El Crucificado va en vía crucis a la Catedral arropado por la parroquia de la Trinidad
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«Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí». Al caer la tarde de este Viernes de Dolores era la frase del día. El vía crucis es un camino de dolor, caídas, sufrimiento y llanto, y el cristiano sabe que Jesús lo hizo por culpa de los pecados de los hombres, para redimir a la humanidad y sacarla del extravío.
Quien participa en el rezo de las estaciones con conciencia de lo que significa sabe que tiene un porcentaje de cada espina, del peso de la cruz en el hombro, de los clavos en las muñecas.
En cada punto cardinal de la ciudad se reza el vía crucis. A las siete y media de la tarde se puso en la calle el Cristo de la Providencia, acompañado por la ancha familia de la parroquia de la Trinidad.
Estrenó los respiraderos laterales de su paso, con lo que ya está terminado de tallar, sólo a falta de la peana, y abundó en la estampa monumental, del todo barroca por inspirarse en el retablo mayor de la iglesia.
El oro le tendrá que dar en los años siguientes su estampa definitiva, pero la sobriedad de las marchas de la Esperanza, una gran parte, como siempre, cordobesas, hacía ver que podía ser procesión, pero era algo distinto.
Salió sin himno, y tras la maniobra de subir al Señor y de ascender el paso tras haber salvado la puerta del templo, sonó sin tambor la marcha 'El Císter', de Rafael Wals, y marcó el aire de lo que tenía que ser la tarde por Lope de Hoces y Fleming camino a la Catedral.
Salió sin himno y tras la maniobra de ascenso, la primera marcha entró sin tambor, al modo de cofradía seria
Los ángeles con atributos pasionistas, la combinación de flores rojas y el aire serio daban un ambiente de cofradía severa al caminar, pero todavía a falta de algo para ser Semana Santa del todo. Todavía de viernes de Cuaresma, recogido íntimo, en torno al Crucificado. La fiesta se anunciaba, pero estaba a la espera de romper a nacer. De Viernes de Dolores, en que la inminencia ya es una promesa que se cumple
Avanzaba el Cristo de la Providencia con el paso quedo y elegante que tienen los Crucificados y había un aire de Semana Santa que tenían que romper las estaciones. La hora estaba a punto de llegar, pero todavía no era la propicia.
Cuando el Cristo de la Providencia llegó a la Catedral, más dramático de noche, había ya muchas cruces alzadas, parroquiales, conventuales, en las calles y en las iglesias. No hay marcha atrás para lo que está a punto de empezar.
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